Es imparable la legalización de la marihuana en el mundo. Colombia apenas va a empezar a recorrer el camino.
Por: Paola Ochoa Amaya*
Gran algarabía ha causado en el país el decreto que legaliza la producción, fabricación, comercialización, distribución y exportación de productos derivados de la marihuana para usos medicinales. Un borrador de 18 páginas presentado por tres ministerios que aún no tiene la firma de Santos, pero que ya ha levantado polémica en un país hipócrita y solapado.
La iniciativa ni siquiera legaliza el consumo de marihuana, sino la cadena de producción para la fabricación de productos de valor agregado: pomadas, aceites, perfumes, gotas, lociones y otros potajes hechos con base en las hojas del cannabis. Productos que, dicho sea de paso, ya se comercializan desde hace años en el mercado colombiano, también con los mismos fines medicinales.
Pero la gente se escandaliza, como si fuera algo revolucionario. O como si lo que estuviera pasando en el resto del mundo no fuera suficiente para entender que este tema ya es cosa de antaño. Está comprobado científicamente que la marihuana hace menos daño en el cerebro que el consumo excesivo de trago. Mejor un marihuanero que un alcohólico o borracho. La marihuana tampoco es la puerta de entrada a otras drogas duras como la cocaína, las metanfetaminas o la heroína. Ese mito no tiene ningún sustento científico, en contravía de lo que nos vendieron por años.
Varios países ya entendieron el asunto. México, por ejemplo, es el último en permitir la marihuana para uso recreacional. Gracias a un histórico fallo de la Corte Suprema de Justicia de la semana pasada, los mexicanos podrán sembrar y consumir cannabis de manera legal. Lo que no pueden es venderla, tampoco comprarla. Esa parte sigue siendo ilegal.
Lo mismo sucedió hace unos meses en la ciudad de Washington. Hoy se puede cultivar, fumar y compartir marihuana. Se pueden cargar hasta 2 onzas en el bolsillo y compartirla en la calle con amigos y vecinos. Pero tampoco se puede comercializar. Esa parte del negocio es todavía ilegal, de acuerdo con lo establecido en la ley que reglamentó su uso para la capital de los Estados Unidos.
Y es que tanto México como Washington consideran que la siembra y consumo de marihuana forma parte del libre desarrollo de la personalidad. Por eso ambos apoyan los beneficios de la legalización, pero sin crear un mercado para su comercialización. Es decir que yo fumo, tu fumas, ellos fuman, nosotros fumamos y vosotros fumáis. Pero ninguno vende, ni tampoco compra marihuana.
Otros países en cambio han decidido reglamentar su venta. Es el caso de Uruguay, que en 2013 fue el primer país en el mundo en tener un mercado legal de compraventa de marihuana. Uruguay permitió la siembra y comercialización a través de farmacias. Los consumidores tienen que estar registrados, y el tope máximo de venta es de 40 gramos. Montevideo está lleno hoy de clubes cannábicos, muchos de los cuales cobran hasta 400 dólares para ingresar y probar hasta 99 variedades de la planta.
En otros lugares su consumo y comercio es como el de cualquier negocio más. Es el caso de Alaska, Oregón, Colorado y el estado de Washington, en donde la legalización es total. La capital del Estado de Washington, Seattle, es la meca de la producción de cannabis en Norteamérica. Seattle es hoy por hoy el mayor centro de producción y comercialización de marihuana en Estados Unidos. Allí se consiguen porros de todas las variedades, sabores, efectos y tamaños.
Siete estados más podrían seguir por ese camino y legalizar la marihuana con fines recreativos: Massachusetts, Missouri, Hawaii, Maine, Nevada, Arizona y California. Este último es el estado más rico y poblado de todo Estados Unidos, y desde hace años permite el consumo de marihuana con fines medicinales. Pero solo hasta el año entrante California realizará un referendo popular para usarla también con fines recreacionales.
Si triunfa el sí y California legaliza la marihuana con fines recreativos, la totalidad de la costa pacífica de Estados Unidos habrá regulado su uso. Eso crearía un corredor y una meca verde para todos los consumidores de Estados Unidos. Hoy la industria legal de Cannabis en Norteamérica mueve U$2400 millones de dólares al año. Un negocio que viene creciendo con cifras de dos dígitos (74% crecieron las ventas el año pasado) y que tiene un enorme potencial si más estados legalizan también su uso para fines recreativos.
Colombia debería dejar la mojigatería y decirle sí de una vez a la legalización total de la marihuana. A la producción y al consumo también. Llevamos varias décadas inmersos en una guerra contra los carteles del narcotráfico que no ha servido de nada. Sólo nos ha dejado miles de muertos. Qué guerra más estúpida y perdida hace tiempo. En lugar de gastarnos miles de millones de dólares luchando contra el tráfico de drogas y el lavado de activos del narcotráfico, deberíamos legalizar el consumo e invertir esos recursos en programas que dejen más beneficios: escuelas, parques, calles y obras sociales.
Sería el verdadero y más duradero camino hacia la paz: legalizar el consumo de la droga en Colombia y ojalá en el resto del planeta.
*Periodista económica. Exdirectora de Revista Dinero
@PaolaOchoaAmaya